domingo, 22 de enero de 2012

LA AUTORA DEL CANTAR DEL MÍO CID

Me lavé los dientes y me fui a la cama. Debí quedarme dormido enseguida. La ventana estaba abierta y el aire de la noche hacía mover la cortina muy lentamente: para dentro, para fuera, para dentro, para fuera. Noté algo extraño, una presencia, que entraba. Sí, estaba dormido, pero noté algo, alguien, que entraba. Por la ventana. Era una mujer:

- Antonioooo -susurró.

No contesté porque tengo el sueño un poco pesado.

- Antonioooo -susurró.

Nada. Así que grito:

- ¡ANTONIO!
- ¡Hostias! ¿Qué pasa? ¿Quién es usted?

Era un mujer, treintañera-treinta y muchos diría yo, y vestía de una forma extraña. Con una coraza metálica y unos pantalones antiguos de montar a caballo. Parecía un disfraz improvisado para pasearse por un mercadillo medieval o algo así.

- Antonio, no me conoces, no tengo nombre.
- ¿Pero qué pasa? ¿Qué hora es? -Yo todavía estaba dormido.
- Soy Anónimo. Anónima en realidad.
- ¿Pero qué quieres?
- Soy la autora del Cantar del Mío Cid. He venido a hablar contigo.
-¡Venga ya!
- Que sí
- ¡Venga ya!
- Qué sí, coño

Decidí entonces que lo mejor era dejarla hablar, para qué discutir. Hice ademán de salir de la cama para estar preparado por si tenía intención de matarme o de atacarme de alguna manera pero, como duermo desnudo, no me atreví y me tapé hasta el cuello sosteniendo el edredón con las dos manos por fuera, como el niño que espera que le lean un cuento. Ella se había sentado al pie de la cama y parecía abstraída mirando los carteles y fotos absurdas que tengo en mi habitación.

- ¿Y qué quieres, Anónima?
- He venido a contarte una serie de cosas que no sabes sobre mi gran obra, El Cantar del Mío Cid
- Ah. Vale.
- Te preguntarás que por qué a ti, por qué esta noche, por qué de este modo
- No, no. Me parece todo perfectamente lógico y normal
- Mejor. Empezaré entonces hablando de mí... ¿O prefieres preguntarme algo?
- Pues ahora que lo dices, Sí. ¿Por qué empiezas el cantar con el Cid llorando a moco tendido? ¿No te parece poco serio eso?
- ¿Poco serio? ¿Por qué?
- Pues no sé, un caballero como aquel, con esa barba, de honor tan inflamado y tal y se pone a llorar por un destierro de mierda, él, curtido en mil batallas
- Pues mira, lo primero es que no empieza así y lo segundo que no es un destierro de mierda... ¿Has escuchado el cantar?
- Lo he leído
- ¿Leído?
- Sí, ya te lo explicaré luego si eso... Pero sí, un destierro y ya se me pone a llorar. No digo yo que no llore, porque vale, que llore, pero empezar así... ¿Qué se puede esperar de todo aquello? ¿En qué estabas pensando?
- Pues a mí todo el mundo me ha dicho que es un empiece fabuloso, que le da mucho dramatismo, listillo. Quien lo escucha siempre quiere saber cómo continúa. Y simpatiza con el Cid, que es lo que yo quiero.
- Otra cosa. ¿Tú le conociste?
- ¿Cómo que si le conocí? ¿A El Cid? ¡Pues claro! ¿De qué sino iba yo a cantar todo eso?
- ¿Y de qué le conocías?
- Eso no es asunto tuyo, le conocía y punto.

Y punto. Y resulta que, llegados a este punto, ella, muy poco a poco, había ido meneando el culo por la cama hasta sentarse casi a la altura de mi pecho. Me miraba fijamente y trataba de intimidarme con sus palabras, pero como yo no me estaba creyendo nada de lo que me contaba, no me afectaba. Al revés, me estaba empezando a cansar de ella y me estaban entrando ganas de discutir y pillarla en algún renuncio. Pensé en alguna pregunta que la descolocara:

- ¿Sabes que el otro día estuve en Valencia?
- Sí... Digo no. No
- Subí a las Torres de Serrano, ¿las conoces?
- No, no me suenan
- ¿No? 
- No
- Bien. Porque son posteriores a tu época. No has picado, me estás empezando a dar miedo...
- ¿Miedo?
- Sí, ya no sé si creerte o no
- ¿Sabes una cosa? Hace frío aquí, así que apártate, que me voy a meter en la cama contigo y te sigo contando
- No
- ¿Cómo que no? ¿De verdad tienes miedo?
- No es eso... Es que estoy desnudo
- Claro, claro, ya lo sé. No pasa nada, ya me lo esperaba. Mira dejo aquí la coraza ésta que pesa horrores, me desnudo en un momento y me haces un hueco... ¿Me oyes? Que te apartes, anda, muévete para allá

¿Y qué iba a hacer? Pues nada, me moví un poco hacia la derecha y entró con sigilo en la cama. Se giró, tumbándose de lado mirando hacia mí y apoyó su cabeza sobre la mano derecha. Yo intentaba no mirarla mucho.

- Muy bien Antonio, ¿por dónde íbamos?
- Por el segundo cantar, el de Valencia, el de las bodas
- ¡Ah, ya! El de las bodas... Como sabes aquellas bodas no salieron muy bien que digamos
- No, no salieron muy bien
- ¿Te pasa algo? Pareces nervioso
- No, no, nada... Pero no sé, estamos aquí desnudos, de noche, en mi cama, me vienes a hablar de El Cid y de no sé qué historias que, la verdad, no vienen ahora muy a cuento. No te conozco... No sé, sí, estoy nervioso
- Vale. Tranquilo. Dame la mano
- No
- Dame la mano, te digo... Venga, anda... ¿Ves? Todo está bien, me puedes tocar, no pasa nada, no he venido a hacerte daño

Y con lentitud pero con firmeza condujo mi mano hasta su vientre. Su piel era cálida y suave. Luego comenzó a bajar, a bajar...

- ¡Espera! -le detuve- ¿Qué haces?
- Nada, Antonio... Ven, ven... Acércate...

Y ya no pude hacer nada más. Como un guerrero medieval me vi inmerso en una batalla ciega y cruel de la que mejor será no dar detalles.Cuando todo terminó me sentí extraño.

- ¿Quieres un cigarrillo?
- ¿Un qué?
- Anda toma, yo te lo enciendo...
- Gracias
- ...
- ...
- ¿Y dices que te llamas Anónima?
- No me llamo. Soy.
- Vale. ¿Y has compuesto el Cantar del Mío Cid?
- Sí... Pero no hablemos más de ello. Háblame de ti.
- Espera...

Salí de la cama y me fui al cuarto de baño. Mientras meaba y me miraba de reojo en el espejo pensaba en la situación, qué extraño era todo aquello. Y qué haría ahora, cómo saldría de ésta, cómo me las iba a apañar para echar a aquella tía de mi casa...

- ¡ANTONIO! -me gritó desde la habitación- TE COJO UN JUBÓN DE LOS TUYOS, ¿VALE?

No, no estaba preparado para soportar aquello.

2 comentarios:

  1. jajajaja Sueños de estudiante de filología, de estudiante de filología con varios días de abstinencia a sus espaldas.

    Yo le habría dicho que no presumiera tanto, que la obra deja bastante que desear y que poco mérito tiene ser número uno cuando no se tiene competencia.

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  2. comiencen los sueños
    y que el anónimo Cantar
    desvele enigma femenil

    me asalta duda
    el manejo de coraza
    de medievo varonil

    aroma de alianza
    con epitelio guerrero
    allá en tierras de la Alcarria

    acaso eres doña Elvira
    o la otra ultrajada
    y no aceptas la renuncia
    de tu padre
    por lo de Corpes,
    ya sabes, los infantes

    confiesa, tú no quieres el juicio
    cual pidió presto tu héroe
    por mesura interesada

    que pretendes mujer
    con le conocía y punto

    él aspiró a señorío,
    con la venia, fue en Valencia,
    y tú, a conformar reminiscencia

    aspirante ataque
    seduce tu armadura
    con adrede silencio

    urdes tu venganza urgando
    en el ello de un poeta
    lejano del rey Alfonso

    hasta una piedra en Sol
    arde
    si la mano la expone

    buscando reparo
    aristocracia
    jubón prestado

    así entiendo compañero
    que no estabas preparado
    para soportar tamaño

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