domingo, 13 de enero de 2013

NO TIENES NI PUTA IDEA DEL INFIERNO QUE ESTOY PASANDO

No tienes ni puta idea del infierno que estoy pasando: llevo siete jornadas sin marcar un gol y mi representante ya me ha insinuado que es muy posible que me traspasen en el mercado de invierno.

Lo he intentado todo: he fingido penaltis, he dado codazos disimulados al portero cuando había algún barullo en el área pequeña, he intentado incluso sobornar a algún defensa contrario, pero nada. Lo único que he sacado han sido varios apercibimientos que no se han convertido en sanciones porque, por suerte, el presidente de mi equipo controla prácticamente todos los prostíbulos de la provincia y ha conseguido así apaciguar a algunos mandamases de la federación.

Era un infierno. No tienes ni idea de lo que estaba pasando. No podía más, así que hice lo único que podía hacer, y que sé que comprenderás: decidí acudir a una curandera, a una anciana, que me prometió lanzar su mal de ojo y practicar vudú sobre nuestros rivales. Tampoco así conseguí nada, lo único que sucedió es que un par de jugadores del equipo contrario se lesionaron y otro fue detenido por pelearse en una discoteca. Y vale, sí, ganamos, pero los dos goles los marcó Marcelo, mi compañero en la delantera que poco a poco había ido ganándose el corazón de la afición. No me quedaba otra. Fui otra vez a ver a la vieja:

- Vieja, tengo otro trabajo para ti
- Ah, bien, bien... cuéntame, cuéntame...
- Quiero que lesiones a Marcelo
- ¿Quién es Marcelo?
- Uno de mi equipo
- ¿De tu equipo? Lo siento, eso no puedo hacerlo
- ¿Por qué no?
- Eso sería magia negra, y mi magia no puede utilizarse para el mal
- ¿Cómo que no, vieja del demonio? ¡La semana pasada lesionaste a dos!
- Sí. Pero eran rivales. Además, que yo había apostado por vosotros y me saqué un buen dinero. Para obras benéficas, ya sabes...
- ¿Pero qué mierda es eso de "obras benéficas"? ¿Jugar al bingo es una obra benéfica? ¿El baileys es una obra benéfica? ¡No me jodas, vieja!
- ¡No te metas en mi vida, hijo de puta!
- Mira vieja, te daré el doble, para que te lo gastes en lo quieras
- No sé
- ¡Toma el puto dinero!
- Quiero el triple...

La agarré por la pechera y la levanté un par de palmos del suelo. Nuestro rostros quedaron frente a frente. Mis ojos se hundieron en los suyos y sentí un cierto mareo hipnótico, pero no me podía amilanar ahora. Cerré los ojos y empecé a gritar y a llenarle la cara de perdigonazos de saliva.

- ¡VIEJA MALDITA! ¡TE PAGARÉ EL DOBLE QUE LA OTRA VEZ, NI UN CÉNTIMO MÁS!
- ¡Por favor, suéltame, no me hagas daño!
- Y MÁS VALE QUE MARQUE UN GOL O REGRESARÉ Y LO LAMENTARÁS, ¿ME ENTIENDES?
- Por favor, Antonio, suéltame
- ¿ME HAS ENTENDIDO, VIEJA?
- Por favor, sí, marcarás un gol, marcarás un puto gol, te lo prometo, pero no me hagas daño, suéltame, por favor...

Y así sucedió: Fue a la salida de un saque de esquina, en el último minuto, a lo grande. Había un lío tremendo dentro del área, se sentía la presión del cero a cero porque el empate no nos servía a ningún equipo. El sudor me empapaba la camiseta, el olor del resto de hombres apretujados en aquel pequeño espacio era denso, insoportable. Nos agarrábamos y nos empujábamos, nadie quería ceder ni un centímetro. De repente, el balón surcaba ya en cielo del estadio y se aproximaba como un pájaro veloz hacia mi posición. Salté, pero entre aquel bosque de piernas y brazos empapados, tropecé, y empujado hacia atrás creí caerme de espaldas. El balón, inexplicablemente, hizo un extraño en su trayectoria y, como sujeto a las leyes extrañas de la magia, cambió su rumbo y me golpeó en la cabeza, saliendo rebotado hacia la portería y entrando, limpiamente, por toda la escuadra... de mi propia portería, para decepción de mi portero y enfado monumental de mi entrenador.

Veremos qué tal se me da a partir de ahora en el Galatasaray, de todas formas ya me han pasado la dirección de un par de hechiceros turcos. Por si acaso.

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